119. Un cuerpo... humano
Nicklaus
Avanzamos con cautela a través del paisaje desolado. Cada paso que damos en este terreno muerto hace que el ambiente se vuelva más opresivo, como si el aire mismo se hubiera vuelto más denso, más difícil de respirar.
Blake y los otros están en silencio, todos tensos, alertas a cualquier movimiento o sonido, aunque en este lugar parece que la misma vida ha sido succionada.
El auto se desliza por el polvo como si fuera sobre cenizas, y siento un escalofrío recorrerme la espalda. Miro a mi alrededor, buscando cualquier señal de peligro, pero todo lo que encuentro es muerte y desolación. Los árboles, antes verdes y frondosos, ahora son esqueletos resecos. Las ramas, torcidas y quebradizas, parecen extenderse hacia nosotros como si quisieran atraparnos.
Pero no hay vida en ellas, ni en la tierra que se extiende como un mar de grietas.
—Esto no está bien, Nick —murmura Blake, su voz cargada de una tensión que rara vez le escucho—. No es natural.
—Lo sé —respondo en un susurro, tra