Me cambio de ropa poniéndome unos jeans oscuros, una blusa de manga larga y dejo mi cabello rubio suelto. Las horas pasan y extraño con demencia a Damián, estoy preocupada pero le prometí que sería fuerte y nada impulsiva, mantengo la mente fría hasta que la puerta se vuelve a abrir. Yael entra con una sonrisa en los labios que se le borra en cuanto me mira.
—¿Estás llorando, hermana? —me pregunta acercándose a mi.
No le respondo.
No le quiero ver, no quiero hablar, solo quiero estar entre los brazos de Damián, escuchar su voz, incluso deseo que me folle a lo bestia, como lo suele hacer.
—Mamá pronto llegará…