Por la mañana, Tony y Marjorie se dirigieron a la oficina del abogado en la ciudad.
— Pos' ahora sí que van a conocer lo que es meterse con un Treviño —comentó Tony mientras estacionaba su camioneta— Esa víbora y su familia van a pagar cada lágrima de mi niña.
— Tranquilo, vaquero, el abogado Peterson tiene todo preparado — dijo Marjorie, tratando de calmarlo.
En la oficina, el licenciado los recibió con un montón de documentos sobre su escritorio. Tony se sentó, incómodo.
— Señor Treviño—comenzó el abogado— Tenemos un caso sólido, alterar pruebas de ADN es un delito federal.
— Pos' más les vale que sea así de sólido como dice —respondió Tony, reclinándose en su silla— Porque esa gente tiene más mañas que un coyote viejo.
— Los resultados originales, los recibos de los pagos ilegales, las declaraciones del personal del laboratorio... —el abogado extendió los papeles— Todo está aquí.
— Y no se olvide de la clínica —añadió Tony, su voz más dura que el cuero curtido— esos doctorcitos que