El doctor observaba a Laura con una mirada comprensiva. La conocía desde hacía muchos años y, tras una breve pausa, sonrió y le dijo:
— Laura, no se trata de la menopausia. Creo que aún te falta mucho para que eso suceda. A partir de ahora, tendrás que reconsiderar algunos aspectos de tu vida.
— ¿Cómo? Si estos malestares no son de menopausia, ¿entonces me estás diciendo que tengo algo grave? No me digas que estoy enferma; eso sería lo último que necesito ahora.
— Cálmate, Laura. No se trata de ninguna de esas cosas. Lo que sucede es que estás embarazada.
Laura palideció, mirando al doctor con incredulidad.
— ¿Qué has dicho? ¿Embarazada? ¿Estás bromeando, verdad?
— ¡No, Laura! Recuerda que soy un profesional y tomo muy en serio mi trabajo. Jamás bromearía con algo tan serio como la posibilidad de tener un hijo.
— ¡No! ¡No puede ser! Esto no me puede estar pasando. No puedo estar embarazada; esto es imposible. ¿Te das cuenta de lo que me estás diciendo? ¡No lo acepto!
Laura comenzó a c