Laura estaba a punto de explotar. Lo que Javier planeaba hacer era, sin duda, aberrante, y ella no estaba dispuesta a continuar con su juego.
— Javier, tú no puedes hacer eso.
— ¿Por qué no puedo hacerlo? ¿Acaso no quieres ayudar a tu hija y a Alejandro en este momento de crisis por el que están pasando?
— Mamá, ¿acaso no quieres que Alejandro y yo vengamos a vivir a esta casa?
Laura se sentía entre la espada y la pared. Miraba a Javier con odio, ya que estaba logrando lo que se había propuesto. No podía quedar mal ante su hija y dejar que esta pensara que no quería brindarle su apoyo; así que, sin más remedio, tuvo que aceptar la propuesta de Javier.
— Hija, por favor, no es lo que piensas. Solo creo que una pareja recién casada necesita más privacidad, pero en realidad no tengo inconveniente en que vengan a vivir aquí.
— No te preocupes por eso, mamá. Además, será por poco tiempo; en cuanto salga embarazada de Alejandro, todos nuestros problemas se habrán terminado.
Alejandro perman