—Hola, buenas tardes —saludé a la señora de recepción. Saqué mi placa y la mostré—. Detective Sage Hill, vengo por el caso de Ford Simmons y Natalie Keys.
La señora morena —que lucía cansada, un poco cabreada y hambrienta— se acomodó en su asiento y me miró como si me quisiera matar.
— ¿En qué la ayudo? —preguntó con un falso tono de amabilidad.