La mansión Moretti estaba bañada por la luz dorada de la tarde cuando Alessa, Francesco y Charly llegaron. El aire tenía una frescura ligera, transportando los sonidos suaves de la naturaleza y el aroma de las flores del jardín. El ambiente era cálido, pero una brisa suave mantenía la temperatura agradable. A lo lejos, se escuchaba el canto de los pájaros y el susurro de las hojas moviéndose con el viento. Isabella y Chiara estaban sentadas en el jardín, disfrutando de la tranquilidad del momento. Al ver a los recién llegados, levantaron la vista y sonrieron.
— ¡Alessa, Francesco, Charly! —exclamó Isabella con entusiasmo, levantándose con cuidado para saludarlos.
— ¡Hola, Isabella, Chiara! —respondió Alessa, acercándose a ellas. Las miradas de complicidad y cariño entre los familiares eran evidentes.
Después de unos abrazos y saludos, todos se acomodaron en el jardín. Isabella preguntó:
— ¿Qué tal estuvo la reunión?
Alessa tomó la palabra, su tono era serio.
—El imbécil de Di Lorenzo