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Capítulo 3: La Tentación

Aitana despertó con el cuerpo aún encendido, su piel hormigueando con el recuerdo de las manos de Iván recorriendo su piel durante la noche anterior. El roce de las sábanas contra su cuerpo desnuda la hizo estremecerse, y por un momento, cerró los ojos y se permitió revivir cada segundo de su encuentro.

Sus labios aún parecían sentir la presión de los suyos. Su cuello aún ardía donde él la había besado. Pero, sobre todo, su mente estaba atrapada en sus últimas palabras:

"Quiero que pienses en este momento. Que lo sueñes. Que me desees tanto que la próxima vez seas tú quien me pida más."

Aitana dejó escapar un suspiro frustrado y se incorporó en la cama. Su teléfono vibró en la mesita de noche y, al verlo, sintió un pequeño vuelco en el estómago.

Iván:

"¿Dormiste bien, princesa?"

Ella mordió su labio inferior, sonriendo ante la confianza en sus palabras. Sabía exactamente lo que hacía, cómo jugar con su mente y su cuerpo incluso a la distancia. No podía creer que le estuviera pasado todo eso el mismo día de llegar.

Aitana:

"Podría haber dormido mejor..."

Iván:

"Oh, ¿y eso por qué?"

Sabía que estaba provocándola. Aitana cerró los ojos un segundo antes de responder mientras mordia su labio inferior.

Aitana:

"Creo que sabes por qué."

La respuesta no tardó en llegar.

Iván:

"Me gusta que lo admitas. Pero aún no estás lista para lo que tengo planeado para ti."

Aitana sintió un escalofrío recorrer su espalda. ¿Qué quería decir con eso? ¿Hasta dónde pensaba llevarla?

Antes de que pudiera seguir analizando sus palabras, su compañera de departamento, Laura, apareció en la puerta con una taza de café en la mano y una sonrisa de curiosidad.

—Buenos días, pecadora.

Aitana bufó y tomó la taza que su amiga le ofrecía.

—Buenos días, exagerada.

—Dime que pasó algo anoche —Laura se dejó caer en la cama junto a ella—. Porque llegaste con esa mirada de "acabo de conocer al hombre que me va a volver loca".

Aitana se sonrojó, pero no podía ocultarlo.

—Nos besamos… y fue increíble.

Laura alzó una ceja.

—¿Solo besos?

—No fue cualquier beso —Aitana se llevó una mano al cuello, donde aún podía sentir la calidez de sus labios—. Fue como… si él supiera exactamente lo que estaba haciendo. Como si estuviera jugando conmigo.

Laura la observó con diversión.

—Cuidado con esos hombres, amiga. Los que saben jugar son los que más nos hacen perder la cabeza.

Aitana sonrió, pero en el fondo, sabía que ya estaba perdida.

Esa noche, cuando su teléfono volvió a vibrar con un mensaje de Iván, su corazón latió con fuerza.

Iván:

"Si quieres seguir jugando… nos vemos esta noche. En mi apartamento. A las nueve."

No hubo preguntas. No hubo promesas. Solo una invitación cargada de posibilidades.

Aitana, sonrojada y temblorosa, respiró hondo antes de responder.

Aitana:

"Nos vemos a las nueve."

Y en ese momento, supo que estaba cruzando una línea de la que no habría vuelta atrás.

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