Me sentía impaciente mirando el reloj de mi muñeca una y otra vez. Eran las diez de la noche y todavía Alexander no llegaba a nuestro encuentro.
¿Se habrá arrepentido?
Miraba mi móvil debatiéndome si escribirle o no; el timbre suena y mi corazón se acelera aún más de lo que ya estaba.
Suspiro tratando de calmar mis nervios, camino a la puerta y al abrir lo encuentro con una mirada algo cansada pero con una liviana sonrisa.
—Hola, lamento llegar tarde —Deja un beso en mi mejilla y entra —. Dante necesitaba ayuda con unos documentos y nos tomó más de la cuenta.
—¿Algo urgente?
—No, todo bajo control ya.
Su rostro luce bastante decaído y diría que agotado por las ojeras que trae y ojos algo rojos.
—¿Deseas cenar algo? Prepare lasaña de carne en salsa blanca.
—Claro.
Me sonríe de manera suave, me acompaña a la cocina, sirvo dos platos los coloco sobre la isla y acompañamos con un vaso de gaseosa y otra de vino para él.
Cenamos en sumo silencio, pero uno relajante aún cuando los nervios me