La voz de Jacob sonó amenazante en el corredor de aquel hospital.
—No me hagas darte una bofetada como si fuera una niña —regañó a Connor—. Sé que estás desesperado, pero tienes que calmarte, porque los médicos no van a trabajar más rápido solo porque tú estés dando gritos en la sala de espera. ¿Me entiendes?
Connor se soltó de él y se mesó los cabellos.
—¡No puedes decirme que me calme, Jacob! —exclamó—. Se acaban de llevar a mi mujer, a la madre de mi hijo. ¿Tienes idea de lo que ese infeliz puede hacerle?
Jacob no quería ni pensarlo. Si Jason de por sí era un hombre peligroso y capaz de matar, ahora estaba acorralado y no tenía que ser demasiado inteligente para darse cuenta de que no tenía salida.
—La vamos a encontrar, te lo aseguro. El Fiscal de Distr