CAPÍTULO 2

La joven

del bosque

            Emily caminaba por los jardines de su abuelo, se había despertado hacía tan sólo unas pocas horas, y parecía ser la única, ya que todos los demás aún permanecían con las puertas de sus habitaciones cerradas.

Su abuelo se había marchado de luna de miel y había dejado al frente de la granja a su yerno. Tan sólo serían unos pocos días hasta que llegasen los responsables de la agencia con los nuevos inquilinos de aquel lugar.

Parecía un sueño que el abuelo fuese a vender algo tan bello, aquel lugar en el que tan buenos momentos había pasado de pequeña. Pero no podía culparlo, sabía que la muerte de la abuela aún le atormentaba, y ahora que se había vuelto a casar era una buena oportunidad para deshacerse de los recuerdos que tanto dolor le causaban.

Se paró junto al manzano y alargó la mano para coger una de aquellas exquisitas manzanas, le quitó un poco de suciedad con la manga de su camisa y se dispuso a dar su primer bocado…

  • Yo que usted no haría eso – Exclamó la voz de una joven detrás de ella, haciendo que esta olvidase la idea de morder la manzana y volviese la cabeza hacia aquella voz.- él árbol está enfermo, le echaron pesticida la semana pasada.- aclaraba la mujer.

Se trataba de un joven de apenas unos 25 años de edad. Tenía el cabello rubio y rizado hasta la cintura, adornado con unas flores blancas. Lucía un hermoso y largo vestido amarillo, incluso parecía de otra época, pero parecía elegante y bonito.

  • Los árboles pueden sentir el dolor de las personas – comenzaba de nuevo aquella joven, haciendo que Emily soltase la manzana junto a las raíces del árbol. - A veces cuando se sienten tristes y alicaídos pueden llegar a enfermar.
  • Es una bonita forma de verlo – comentaba la chica, mientras acariciaba el tronco del árbol, como si pretendiese transmitirle un poco de paz.
  • ¿Habéis venido a por Andrea? – Preguntó la muchacha – Ella ha esperado por vos mucho tiempo. Es una linda criatura herida y marchita…
  • ¿Andrea? – Preguntó, percatándose de que le estaba preguntando por aquella niña que había conocido el día anterior en la cocina de su abuelo. - ¿Quién eres? – Preguntó, sin comprender las palabras de aquella joven.
  • ¿Mi nombre? – Preguntó divertida, como si le divirtiese la pregunta de Emily – En la tierra de los vivos, más allá de los siete mares, en las profundidades del océano Antártico, se encuentra una ciudad perdida en el fondo del mar. En aquel lugar se me conocía como Siren…- decía la muchacha, mientras Emily la miraba sin comprender, pues parecía que aquella joven estaba loca por la forma en la que hablaba - … en este lugar, en este bosque, ellos me llaman Lucía.
  • ¿Y qué haces aquí, Lucía? – Preguntaba Emily que estaba empezando a desconfiar de aquella joven que había aparecido de la nada.
  • Quisiera ayudarla, señora Forbes – Respondía la muchacha mientras la miraba con amabilidad, intentando de transmitirle paz – Como vos me ayudasteis a mí.
  • Creo que se equivoca… Yo nunca la he visto antes – Reconocía la joven.
  • Por supuesto que no querida. Al menos no me has conocido en esta vida – Decía la hermosa muchacha mientras caminaba hacia el bosque.
  • ¿Insinúa que la conocí en una vida anterior? – Preguntaba Emily mientras la seguía, intentando alcanzar a aquella extraña muchacha.
  • Por supuesto que no – Contestaba la joven, deteniéndose en seco, volviendo la vista hacia Emily para luego dirigir su dedo índice a los labios en señal para que se callase. – Sólo si os paráis a mirar a vuestro alrededor – comenzó, haciendo que Emily se percatara de que se hallaban junto a un cervatillo, que comía hierba no muy lejos de ellas – descubriréis cosas que se escapan a la razón – añadía, mientras el animalillo levantaba la cabeza con tranquilidad y miraba hacia ellas, sin dejar de masticar la hierba que había arrancado con anterioridad. - No, querida Emily, no fue en una vida anterior, aún no ha sucedido.
  • ¿Cómo dice? – Preguntaba Emily levantando la vista del cervatillo para mirar a aquella extraña joven, percatándose de que no había nadie allí junto a ella, tan sólo estaba ella y aquel animal que la miraba como si fuese su igual, parecía en calma y en paz. - Eres precioso – Admiraba en silencio.

***

La mañana pasó rápido y cuando todos quisieron darse cuenta ya era la hora de comer. Las chicas, vestidas con sus ropas más cómodas, habían recogido todo el desastre de la noche anterior, y ahora descansaban sobre la hierba, mientras el señor Forbes preparaba el almuerzo.

  • ¿Ninguna va a ayudarme a poner la mesa? – Preguntaba el hombre, mientras Emily se levantaba y caminaba hacia él.
  • Yo lo haré – Reconocía mientras agarraba la bandeja y la conducía hacia la mesa que habían sacado al exterior, era un día soleado para disfrutar de la naturaleza y el paisaje.

No muy lejos de allí, junto al faro de aquel pequeño pueblo, muchos años antes: una enorme tormenta sacudía el navío, mientras los marineros luchaban fieramente por mantenerlo a flote, el capitán, con catalejo en mano, buscaba cualquier movimiento en el pequeño puerto, cualquier susurro que pudiese volver a conducirlos a alguna pista hacia Barba Negra, pero aquella tormenta le impedía ver con claridad.

Bajo el faro, oculta en las sombras de la noche una joven de cabello rubio, aquella misma joven extraña que había aparecido en el bosque junto a Emily se encontraba allí, admirando aquel barco, muchos años antes de que la joven naciese si quiera, muchos años antes de que la tragedia ocurriera.

Lucía diferente, llevaba un largo y pomposo vestido violeta con vetas negras, que le llegaba hasta el suelo, con un pronunciado escote. Llevaba el cabello recogido en un lujoso moño. Unos largos pendientes colgaban de sus orejas. Mantenía firme un pequeño paraguas para no ser mojada por las lluvias.

  • Es injusto – comenzó la joven, mientras su acompañante, que acababa de aparecer de la nada, la miraba contrariado.

El hombre era inmensamente delgado, casi estaba en los huesos. Llevaba el pelo negro y espeso peinado hacia atrás, de piel pálida y cetrina. Llevaba un viejo traje de la época.

  • Te advertí que no vinieras – comentaba el hombre, con una voz fría y de ultratumba.
  • No creo que sea justo que para que nosotros podamos estar juntos…- comenzaba la hermosa joven con un hilo de tristeza en su voz mientras miraba al navío de William Drake - …ellos tengan que estar separados.
  • No fue culpa mía – Espetaba aquel ser oscuro, parecía contrariado de que la joven pensase de aquella forma.
  • Sí, sí que lo fue. - Le recriminaba duramente - Fue tu maldición la que acarreó todo esto.
  • Tienes razón, pero yo no tenía ni idea de que aún pudiese suceder. - Se excusaba aquella figura, intentando que la muchacha comprendiese su punto de vista.
  • Ella era mi amiga. - Le espetaba, mucho más alto de lo que en realidad pretendía - Estuve esperando mucho tiempo a que una de mis hermanas pudiese comprender mi corazón, y sólo ella me encontró. Sólo ella me ayudó a encontrarte.
  • Siren…- Comenzó de nuevo aquel ser, parecía apenado de escuchar aquellas palabras
  • ¡No me llames así! – Gritó, haciendo que el hombre la mirase sorprendido, ya que no esperaba que ella actuase así con él. - Siren aún está atrapada en esa inmunda piedra. Siren confiaba en su madre, jamás pensó que ella la traicionaría. Siren te olvidó, Siren murió hace mucho.
  • Mi amor…- comenzaba mientras le limpiaba las lágrimas que se derramaban por sus mejillas. - ahora estoy aquí.
  • Tenemos que ayudarlos, ella no merece esto, no de mí.
  • No podemos hacer nada, además, él es mi mayor enemigo… ¿por qué le ayudaría?
  • Porque yo te lo imploro. - Rogaba la muchacha mientras se agachaba a los pies de su amado.
  • Levantaos mujer, no hay razón para que roguéis por ello. Yo haría cualquier cosa por vos.

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