Poderlo todo

—¡Ah, estoy muerta! — exageró Alma al dejarse caer sobre una banca metálica en la cafetería y tirar de mala gana su mochila —¿Pueden creer que con el frío que hace los maestros tengan la maligna intención de llenarnos de tareas?... yo sólo quiero envolverme en mi cama— se quejó al apoyar cansadamente su rostro en la mesa.

—Yo apoyo eso— respondió Sara al tomar de su vaso de café caliente.

—¿Y tú? ¿qué demonios tienes? — volvió a hablar Alma al ver a Regina con la mirada perdida en su humeante café.

—Nada— respondió de inmediato y sin mucho ánimo, lo que hizo fruncir el ceño a la pelicorta.

—Será mejor darnos prisa, Regina ya terminó con sus clases, pero tú y yo todavía te-…— intervino la castaña antes de que su amiga hablara.

—¿Los viste cierto? — mencionó Alma seriamente haciendo cerrar los ojos a Sara.

Regina volteó a verla y volvió a desviar su mirada al café —no sé de qué hablas— dijo y agitó la bebida caliente con el pequeño popote que contenía.

Alma sonrió irónicamente.

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