46. Expuestos

Llegaron al postre entre felicitaciones para su esposo y recuerdos de los momentos en que cada uno se unió al grupo, haciendo sus primeros pininos en los negocios que compartían.

La cena culminó y la música exhortó a los invitados a bailar en el salón principal y Andrea fue abordada por Martha pidiendo los resultados, pero fue evidente su enfado cuando le reveló el bufete que elegiría González.

Alberto la llevó hasta el centro del salón y ambos se movieron al compás de una balada y ella no podía dejar de observarlo. Sus ojos, siempre fríos y calculadores, ahora parecían inquietos, casi… ¿Asustados?

—¿Sucede algo? —Se atrevió a preguntar. No era habitual verlo comportarse de aquella forma.

Alberto la miró, y por un momento notó vulnerabilidad en sus ojos.

—Andrea, te quiero —dijo, acercándose más a su cuerpo con ternura y besándola con tal pasión que la hizo temblar en sus brazos.

—¿Qué pasa? —insistió ella, cuando se separaron.

—Nada, es solo que no me gusta estar aquí —respondió él,
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