Un mes ha pasado y Clara Isabel está muy contenta porque su marido ya se lleva mejor con ella, incluso ahora se sientan a platicar por horas sobre cosas triviales de alguna película o de los dibujos animados que ve el pequeño Tony, nunca han vuelto a hablar sobre el tema de sus sentimientos.
— ¿Por qué decidiste que el niño lleve ese nombre? —preguntó en cierta ocasión José Luis.
— Por su padre y por su abuelo. —respondió la chica siendo sincera.
— ¿tu padre se llamaba Antonio? —le interrogó el malvado hombre.
— Sí. —fue su respuesta afirmativa.
— ¿Y aun con el odio y la decepción que sentías por mí, siempre quisiste que el bebé llevara mi nombre?
— Él es parte de ti, y además su cara me recordaba demasiado a tu persona, ¿entonces, por qué no hacer que también lleve tu nombre?
Durante este mes José Luis ha permanecido en reposo absoluto, ya que por andar de gracioso cargó a su hijo en su espalda mientras él andaba “gateando” o a cuatro patas, como se dice en el argot popular, y en una