Dos semanas habían pasado desde que Emma volvió a la oficina, y aunque su regreso trajo un poco de normalidad a la dinámica del equipo, la tensión que flotaba en el aire nunca se disipó del todo. Hart Tech seguía operando con la misma eficiencia de siempre, al menos en apariencia. Nadie fuera de Xander y yo sabía lo que realmente ocurría tras bambalinas. Y aunque no se habían registrado nuevos accesos extraños, la amenaza continuaba siendo una sombra silenciosa sobre cada informe, cada documento, cada movimiento.
Durante ese tiempo, Xander y yo habíamos continuado investigando por nuestra cuenta. Él, con su precisión quirúrgica y su necesidad casi obsesiva de control; yo, con mi intuición aguda y una creciente ansiedad que apenas me dejaba dormir. Las reuniones entre nosotros se habían vuelto frecuentes, casi inevitables. Algunas sucedían en la oficina, bajo pretextos cuidadosamente construidos; otras, en su apartamento, donde las palabras se volvían menos frías y los silencios más de