Llevaba más de una hora frente a la pantalla sin lograr avanzar. El informe que intentaba redactar no tenía pies ni cabeza, y cada vez que releía lo escrito, me parecía aún más incoherente. Emma no había llegado, y aunque intenté no pensarlo demasiado, su ausencia se sentía. Tal vez estaba dándome espacio. Tal vez algo más estaba pasando.
Me froté las sienes con los dedos. Dormí poco y mal, y aunque traté de convencerme de que era por el cansancio acumulado, sabía que había más. Mi mente no dejaba de repasar los últimos días, los errores cometidos, las verdades a medias, las confesiones susurradas entre caricias. Todo estaba revuelto en mi interior.
El desayuno con Xander esa mañana había sido más íntimo de lo que me atrevía a admitir. Por primera vez, él se había mostrado vulnerable. Y yo… yo no supe cómo manejarlo. Había una parte de mí que deseaba confiar, entregarse al calor que él representaba, pero otra… otra seguía resistiéndose, anclada al miedo, al recuerdo de quién era él y