—Aléjate —repetí, con la voz más baja, más quebrada—. Por favor.
—No —sentenció Xander sin moverse ni un centímetro—. Estoy harto, Ivy. Estoy cansado.
—¿Tú estás cansado? —solté con incredulidad. El fuego se encendió de golpe en mi pecho. El latido se aceleró, más por la furia que por el miedo. Porque si él estaba cansado, entonces yo... yo estaba al borde del colapso.
—Sí. Estoy cansado de que sigas construyendo muros mientras todo a tu alrededor se cae. Cansado de verte defender lo indefendible solo porque tienes miedo de aceptar que alguien te falló.
—¡Y qué quieres que haga, Xander! ¡Que empiece a desconfiar de todos! ¡Que mire a mis aliados como enemigos!
—Quiero que dejes de mentirte. Que aceptes que alguien está jugando sucio y que, si no lo enfrentamos juntos, vas a terminar perdiéndolo todo.
—¿Y tú qué sabes de confiar? —espeté. Mi voz sonó más rota de lo que esperaba—. Tú lo único que haces es aislarte. Desconfiar de todos por sistema. Para ti, eso es seguridad. Para mí, es