Pasaron varios segundos, tal vez minutos, en los que ninguno de los dos dijo una palabra. Estaba atrapada entre el deseo de permanecer en ese silencio cargado de significados y la necesidad urgente de actuar, de avanzar, de descubrir la verdad que amenazaba con hacer colapsar todo lo que había construido.
Me separé de Xander con lentitud. Sus manos se deslizaron de mis brazos hasta soltarse por completo, como si incluso ese gesto de distancia le costara. Me acomodé la blusa, tratando de recuperar algo de la compostura que había dejado tirada entre sus besos y mis propias dudas.
—Necesito aire —murmuré.
No esperé su respuesta. Salí de la sala de juntas con pasos apresurados, mis tacones resonaban sobre el suelo pulido como un eco de mi propia confusión. El pasillo estaba desierto a esa hora. Las luces tenues del sistema de bajo consumo proyectaban sombras largas que se movían a mi paso.
En la terraza del edificio, el viento me golpeó con una fría bienvenida. Cerré los ojos y dejé que e