El aire entre nosotros se cargó de una quietud palpable. Dorian, de pie frente a mí, parecía estar esperando algo más, como si cada palabra que había dicho hasta ahora necesitara ser digerida antes de avanzar. Yo, por mi parte, no quería hablar más de mí. No aún. No hasta que pudiera entender lo que realmente había sucedido en el clan desde que me fui.
En lugar de continuar por el mismo camino, lo interrumpí.
—¿Y mi madre? —Mi voz, aunque suave, estaba impregnada de la misma urgencia que había sentido desde el momento en que dejé el clan. Mi madre, la curandera del clan, era más que un simple miembro. Su conocimiento y respeto en el clan eran fundamentales, y su desaprobación podría ser la clave para cambiar las cosas. —¿Qué ha pasado con ella, Dorian? ¿Dónde está?
Dorian pareció sorprenderse por la pregunta. No esperaba que la conversación tomara ese giro. Aún lo veía buscando respuestas, sin poder comprender del todo la magnitud de lo que había ocurrido. Sin embargo, mi madre había