Mauricio percibió el suave aroma a té blanco que emanaba de ella, frunciendo ligeramente el ceño: —Hace lo que quieres.
—No, eso no funciona. Al fin y al cabo, soy tu esposa. Debo dar una buena impresión cuando vaya contigo a ver a tus familiares por primera vez.
Valeria, mientras hablaba, ya había apoyado una mano en el ancho hombro del hombre: —Quizás podría ir como una dama distinguida, a los mayores les agrada ese estilo.
—¿Ya decidiste todo? ¿Para qué me preguntas?
—Temo que, Mauricio, tú tengas otras opiniones —los labios rojos de Valeria se acercaron a su oído, susurrando—. Si prefieres otro estilo, puedo llevar otro conjunto, para que solo tú lo veas.
Mauricio, capturando la mano traviesa de la mujer, la miró fijamente a sus impecables facciones y entrecerró los ojos.
—¿Así que esta es la verdadera tú, siempre coqueteando descaradamente? —Mauricio se inclinó hacia ella—. ¿O la medicina te dañó el cerebro y necesitas que David venga a revisarte?
Valeria rodeó con los brazos el c