Maritza abrió los ojos al sentir un extraño ruido que la asustó. Ulises estaba a la orilla del mar y miraba hacia el horizonte. Ella se sentó en la arena y se dio cuenta de lo que era: un enorme barco se acercaba a ellos.
―¡Nos encontraron! ―gritó la mujer.
―Sí. Ya vienen por nosotros ―respondió emocionado.
Ella se acercó a él, él extendió su brazo para apegarla a su costado. Vieron avanzar una lancha hacía la orilla.
―Nos vamos a casa, mi condesa.
―¿¡Están bien!? ―preguntó a gritos un hombre antes de bajar, antes de siquiera terminar de llegar a tierra.
―¡Constantino! Estamos bien ―contestó Ulises.
Apenas el bote tocó fondo, el llamado Constantino bajó y corrió hasta donde se encontraba la pareja y abrazó al hombre con gran alegría.
―Yo sabía q