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Amelia sintió los besos de Zack en su cuello, su garganta, sus hombros; sus manos en su trasero sosteniéndola con fuerza sobre su cintura, y la piel de su espalda descubierta, cálida y suave bajo la palma de sus manos. Él mordisqueó un poco la piel de su hombro y Amelia soltó un gemido tan sensual que él casi bramó, y cuando ella se restregó contra él, contra la erección contenida al interior de sus pantalones, Zack simplemente se apoyó de rodillas en la arena de la playa y la recostó de espaldas para seguir besándola y lamiéndola. Amelia no tenía sus manos quietas, sino que las paseaba por todo su tórax, sintiendo los vellos del pecho, sus tetillas que sabía eran rosadas, dándose gusto pellizcando suavemente esa piel que desde hacía rato quería tocar.

Era mucho mejor de lo que jamás imaginó o soñó. La r

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