Amelia cerró sus ojos y respiró profundo. El aquí y el ahora estaban siendo demasiado reconfortantes, demasiado lindo. Así que atesoró el momento, se llenó de las sensaciones, de la luz de la tarde de fin de primavera y cielo despejado, del aroma de la tierra y del pino plantado por sus padres en el jardín cuando ella no había nacido siquiera.
Y el aroma de Zack, notó. El sonido de su respiración.
Abrió los ojos y lo encontró mirándola atentamente, como si la estudiara, como si le fascinaran las formas de su cara. Inevitablemente, ella bajó sus ojos a los labios de él.
Tenía labios bonitos, de un rosado pálido, y en su piel ya se veía la sombra de una barba. Él sería un hombre velludo, de barba gruesa y cerrada. Ya casi lo era.
Lo sabía porque lo había visto sin camisa en varias ocasiones q