Amelia volvió a la mesa con sus padres sintiendo el corazón vacío, vacío, vacío.
Acababa de arrancarse del alma algo muy grande, algo que se había pegado a ella como un cáncer, y había sido tan pesado de llevar…
Y al fin se lo había quitado del alma, del corazón, de sus hombros.
Ahora sí, se dijo, que venga el futuro, que venga el mañana.
El tiempo no espera a nadie, oyó decir, y Amelia levantó la mirada.
En los altavoces del restaurante estaba sonando una canción. Un clásico de Freddie Mercury. El tiempo no espera a nadie,decía, y los vellos de su cuerpo se erizaron.
Tenemos que planificar nuestras esperanzas juntos
O ya no tendremos un mañana.
Porque el tiempo… Éste no espera a nadie…
Se pasó la mano por los brazos,