—¿Qué estás diciendo? —preguntó, su voz apenas un susurro, como si temiera la respuesta.
Alejandro se volvió hacia ella, sus ojos clavados en los de Luciana, más oscuros que nunca.
—Estoy diciendo que todo lo que hemos construido podría desmoronarse. Y si no actuamos rápido… ellos no solo destruirán la empresa, Luciana. Vendrán por nosotros. No son personas con las que se pueda negociar o razonar. —Hizo una pausa, tragando saliva como si aquello que estuviera a punto de revelar fuera demasiado peligroso—. Mi padre hizo un trato, uno que involucra mucho más que dinero. Está en juego nuestra seguridad, nuestra vida.
Luciana sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo. La gravedad de lo que Alejandro le estaba revelando no era algo con lo que había imaginado lidiar. Pero allí estaba él, tan desesperado como aterrorizado, abriéndose de una manera que nunca antes había visto.
—¿Estás diciendo que hay… personas, peligrosas, que podrían...? —Ni siquiera podía terminar la frase. El miedo era de