FIONA
De pequeña, mi madre me contaba cómo funcionaba el universo. Mientras que a otros niños probablemente les cantaban cuentos de hadas por las noches, mi madre me enseñó a usar un hechizo asesino con un ratón que había salvado de las garras de mi hermano. Mientras otros niños ganaban pequeñas cosas y sus padres los elogiaban, mis padres me despreciaban por no ir más allá. A veces creía que todo se debía a que había nacido con un genital diferente, pero mi despertar llegó cuando una bruja muy enfadada me lanzó una maldición asesina, creyéndome la amada de mis padres. Fue entonces cuando comprendí que las enseñanzas de mi madre, aunque erróneas, contenían verdad. Me desecharon como a un juguete roto. A sus ojos, no había salvación para mí y, a medida que los días se alargaban, lo acepté. No había salvación para mí. En las noches frías, deseaba que el reloj corriera más rápido para que llegara el día en que no tuviera que preocuparme por decepcionar a nadie simplemente por existir. Pe