Mundo ficciónIniciar sesiónBernadette Baskerville es la heredera de su poderosa familia que ha perdido su nobleza y se ha casado con Kendrick Godric, el próximo Duque de Devonshire, para recuperar lo perdido. Víctima de una cruel calumnia orquestada por la amante de su esposo, ha sido expulsada, humillada y forzada a firmar el divorcio. Arrojada para morir, Bernadette es salvada por Henrick Godric, hermano menor de su cruel ex esposo, y quien ha decidido protegerla desde las sombras. Sin recordar el rostro de su salvador, Bernadette se ha enfrascado en el camino de la venganza sin saber que esté la llevaría a descubrir la compasión y el amor en ese hombre prohibido para ella: El hermano de su ex que guarda un gran secreto que podría cambiarlo todo. ¿Podrá el amor verdadero superar el odio y la sed de venganza?
Leer másLos fuegos artificiales resplandecían en lo alto. Ocho meses habían transcurrido desde aquella boda roja, como fue nombrado el día de su matrimonio con Henrick Godric, y Bernadette observaba las hermosas estelas de luz colorida en el cielo. Saludando al pueblo que la ovacionaba emocionado, Bernadette sonrió y miró a su amada tía, la Reina Berta, que junto a su madre sostenía a su pequeño hijo: El príncipe Gabriel.Sosteniéndolo en sus brazos, Bernadette y Henrick mostraron su heredero al pueblo de Inglaterra, que, sobrecogido por la emoción, celebraban el nacimiento del príncipe Gabriel.Besando los labios de su esposo, la hermosa rubia lo tomó de la mano y caminó junto a él al interior del castillo de Devonshire. Apoyada por su esposo, Bernadette regresó a su cama, la misma en la que Henrick había nacido. Hacia apenas unas horas, allí mismo había dado a luz a su amado hijo.—Realmente eres temeraria, pero ciertamente todos están felices, y Gabriel, Dios, solo míralo, es hermoso. — di
Chiara Cervantes se burlaba desde su cama en el hospital. Eduardo Cervantes había disparado casi a quema ropa para asesinar a Bernadette Baskerville, pero el entrometido de Henrick Godric se había interpuesto entre ambos recibiendo varios disparos en la espalda y cayendo frente a la nueva Reina de Inglaterra. Bernadette, ahora era televisada en vivo gritando como una loca, y Chiara sentía verdadero placer en ello.—Maldita…si yo no puedo ser feliz, entonces tu tampoco merecer serlo. — dijo Chiara regodeándose del dolor de aquella mujer a la que había odiado durante prácticamente toda su vida.Eduardo Cervantes sonrió antes de ser sometido por los guardas reales. Con lágrimas de dolor, de horror y confusión, La Reina Bernadette soltó un grito desgarrador. Frente a ella, el cuerpo de su amado esposo había caído intentando protegerla a ella. El vuelo de la paloma blanca se elevó, y Henrick, apenas respirando, miraba a su esposa a los ojos.—¡Una ambulancia! ¡Se los ruego! ¡Salven a mi es
La marcha nupcial se escuchaba, y todos los invitados en la hermosa abadía de Westminster, se sentían verdaderamente ansiosos de ver a la novia que pronto haría su espectacular aparición. La Reina Berta, esperaba con gran emoción ver a su querida sobrina entrando, mientras permanecía apoyada por su fiel Andrew, junto a Henrick Godric. Ella había entrado junto a él, siendo que el joven no tenía familia alguna acompañándolo. Mirando aquel par de asientos vacíos, con los nombres de sus padres encima, Henrick sonrió tristemente. De alguna manera, deseo creer que su madre estaba allí en ese momento…acompañándolo.—Se que tu madre está aquí a tu lado, y ella está muy orgullosa de ti, Henrick, sé que tú y mi Bernadette, darán lo mejor de sí mismos por ser felices, y por nuestra gloriosa nación también. — dijo la reina que cada vez lucia más y más cansada.Henrick asintió. — Creo que ella está aquí en verdad, mi madre siempre fue la mejor…y aunque voy a extrañarla toda mi vida, me hace muy fe
—El día de mañana se llevará a cabo la boda real entre la princesa heredera Bernadette Baskerville y el Duque heredero de Devonshire Henrick Godric. Se habla de una ceremonia por todo lo grande y ya se siente la emoción en el ambiente de Londres… —El botón de apagado fue oprimido, y Eduardo Cervantes miró su propio reflejo en aquella pantalla oscura. Levantándose, abrió la ventana de aquel hotel barato, y sintió el viento frio golpearlo a la cara. Era septiembre, y las hojas de los árboles caían con lentitud hacia el suelo. Había logrado llegar a Londres sin ser detectado, y aun cuando ya se había expedido una ficha de búsqueda internacional por él, nadie realmente prestaba atención a la urgencia de su captura ante la “emoción” que el pueblo ingles estaba sintiendo por la boda que sería llevada a cabo al día siguiente. Todos hablaban de la bella princesa Bernadette, de su generosidad y de cómo había ayudado a un orfanato, así como también la gente esparcía los rumores sobre Chiara Ce
La noche había caído, y en cada casa española, se seguía escuchando la noticia que contaba la verdadera cara de Eduardo Cervantes. Las personas no habían tenido duda alguna en unificar su condena: el nuevo Rey ya no era bienvenido en su tierra, y pronto la queja comunitaria, se había convertido en un aullido generalizado que exigía un castigo ejemplar para el Cervantes. Oculto en la oscuridad de la noche, Eduardo observaba a las personas pasar mientras se mantenía bajo resguardo dentro de una de sus camionetas; gran parte de sus hombres también le había dado la espalda una vez que sus “pequeñas” indiscreciones salieron a la luz pública, y ahora solo un puñado de ellos junto a su mayordomo, se mantenían fieles hasta el final. ¿Cómo era que Martina se había conseguido las pruebas? ¿Cómo era que la vida decidía quitárselo todo cuando ya lo tenía en la mano? Habiendo crecido casi como un mendigo y sabiendo que tenía sangre de la realeza en sus venas, aquel sentimiento de impotencia que
En España, Martina sonrió.“En un giro inesperado de hechos, el Rey Eduardo Cervantes, ha sido acusado del homicidio del príncipe heredero…”Aquella noticia se había regado como la pólvora, y el pueblo estaba enardecido. Todas las pruebas recabadas por Odette Brown le habían sido de gran ayuda, y sabía que Eduardo comenzaría a dar sus últimos esfuerzos para mantenerse en el trono. Cruzándose de brazos, la joven princesa sonrió al ver cómo todos en el palacio de la Zarzuela corrían de un lado a otro. Aquel escándalo había estallado, y ahora Eduardo se encontraba entre la espada y la pared. Estaba acorralado. En su estudio, Eduardo arrojaba todo objeto que estuviese a su alcance contra los muros. ¿Cómo era posible que todo aquello saliera a la luz? ¿Quién se había atrevido a exponerlo en los medios? Su teléfono no había dejado de sonar en todo la tarde, y sabía que era cuestión de tiempo hasta que el pueblo español exigiera un juicio en su contra. Frustrado, continuaba rompiendo todo a
Último capítulo