Cuando finalmente llegaron al hospital más cercano, el médico, bastante serio, les comunicó:—La herida en el pie de Sofía es extremadamente seria. La única solución en este momento es la amputación para eliminar el tejido muerto, y si permitimos que la infección y la supuración continúen, probablemente terminemos amputando toda la pierna. Además, el hambre severa ha dañado su sistema digestivo. Para recuperarse completamente, podría necesitar un tratamiento de al menos quince o veinte años.Al escuchar esto, Diego pareció recibir un golpe devastador. Quedó aturdido por un buen rato antes de reaccionar pateando una silla:—¡Imposible! ¡¿Cómo puede una simple herida externa requerir amputación?! ¡Usted es un incompetente! ¡Deje de decir tonterías!Luciana rápidamente lo contuvo:—Diego, no te alteres. Este es un lugar pequeño y los médicos no tienen el nivel adecuado. Cuando la llevemos de vuelta a Nueva Aurora, ¡seguro habrá una solución. Yo tengo un hermano que es cirujano de primer n
Mientras hablaba, se acomodó en una posición adecuada sobre la nieve.Cuando Diego llegó apresuradamente a buscarlas, Luciana yacía allí, mientras Sofía había quedado sepultada bajo la nieve profunda al pie de la montaña.Luciana le dijo a Diego que Sofía no estaba con ella, que no sabía dónde estaba.Diego, manipulado por Luciana, la llevó de regreso al hospital para recibir tratamiento, dejando a Sofía completamente sola al pie de la montaña.Desde que presenció la muerte de sus padres, Sofía desarrolló un miedo indescriptible a la soledad.Pero, en aquél entonces, Diego todavía estaba a su lado y por eso había aceptado acompañarlo a esquiar. Quería estar más tiempo junto a él, incluso si estaba Luciana presente, ella trataba de llamar su atención. Nunca imaginó que casi perdería la vida en lo profundo de las montañas nevadas.Al recordar la desesperación de quedar atrapada, Sofía comenzó a temblar involuntariamente. El dolor físico y la tortura mental la invadieron simultáneamente
Habían pasado tres días desde que Sofía llegó al hospital. Durante ese tiempo, solo una enfermera practicante venía ocasionalmente a desinfectar y aplicarle medicamentos, aunque solo le pasaba un poco de agua a las heridas y le aplicaba, sin piedad, tintura roja… Obvio que a Sofía le ardía y dolía a muerte esa bestialidad. Con los nudillos blancos aferrada a las sábanas, mordiéndose los labios y la frente brillante de sudor, Sofía aguantaba aquél proceso.Al ver esta escena, Diego no pudo evitar arrebatar el frasco de medicina para aplicarla él mismo:—¿Por qué ya no dices que te duele? Antes, ¿no te quejabas siempre para que yo te consolara?Antes, Sofía hacía berrinches por todo y Diego la consolaba, ahora lo soportaba en silencio. Diego se quedó callado, esperando que le respondiera, quería darle la oportunidad de justificarse, después de todo seguía siendo su prometida, alguien que le pertenecía. Pero Sofía solo giró la cabeza, como si no quisiera mirarlo, y respondió co
Diego miró a Sofía y con desprecio le dijo:—¡Eres terca como una mula! Ya quiero ver que harás sin los Martínez!, porque ahora mismo rompo nuestro compromiso ¡Ya no eres mi prometida!”El rostro del abuelo Gabriel se puso lívido de ira, y con mano temblorosa señaló a Diego: —Tú, tú, ciego de ojos y corazón...El anciano no pudo terminar la frase, porque cayó desmayado.Enseguida los médicos corrieron a atenderlo. Sofía, angustiada, intentó ponerse de pie, pero las heridas se abrieron y cayó al suelo. —Abuelo, abuelo...Desesperada y con lágrimas en los ojos, estiró la mano y jaló el pantalón de Diego—: Por favor, déjame verlo…Sangre y Lágrimas se mezclaron en el piso, pero Diego no se compadeció. Se zafó de ella con repugnancia:—¿A qué viene tu actuación? Si no fuera por tus intrigas el abuelo no hubiera colapsado de enojo. ¡Eres despreciable!Se dio la vuelta y siguió al médico fuera de la habitación, dando instrucciones específicas a los guardaespaldas de vigilar a Sofía par
Diego se acercó a preguntar por la condición de Sofía durante su estancia en el hospital, pero Miguel siempre lo esquivaba con evasivas:—Yo no puedo hacer nada si ella no coopera… Cuando decida hacerlo sanará rápidamente. Además, en el extranjero seguro tendrá los mejores especialistas, así que no te preocupes. A Diego, por un lado le molestaba que Sofía estuviese haciendo eso para llamar su atención, pero en su interior le hacía feliz que él era lo más importante para ella. —Sofía, ¿no sería mejor que aceptaras el tratamiento y te recuperaras pronto? ¿Por qué eres tan obstinada, dañándote a ti misma y empeorando tus heridas?Pero cuando Sofía lo veía, solo preguntaba con indiferencia—: ¿ el abuelo ya despertó?La compasión que Diego había comenzado a sentir desapareció al instante. Se burló:—¿Te atreves a preguntar? De no ser por tu situación, te obligaría a disculparte. Sofía respondió débilmente: —Lo siento.Pero Diego pareció no escucharla, o quizás simplemente no quiso oír
—¡Sofi!Diego pareció congelarse en ese instante. La sangre que fluía lentamente debajo de Sofía era tan intensa, como un puñal atravesando su pecho, causándole un dolor insoportable.—Sofi, Sofi... —sus ojos se inyectaron de sangre mientras sostenía tembloroso la mano helada de Sofía, intentando inútilmente dar calor a aquel cuerpo sin vida.Rápidamente llegaron médicos y enfermeras que colocaron a Sofía en una camilla y la llevaron a toda prisa a urgencias.—Sofi, no puedes irte, por favor.—No mueras Sofía, no mueras, te lo suplico, no mueras...Siguió apresuradamente a los médicos, con voz temblorosa.—La paciente presenta fracturas múltiples en las cuatro extremidades, especialmente graves en las piernas.—Sus órganos internos están destrozados causando una hemorragia masiva, y su cerebro ha sufrido daños severos.—La paciente ha perdido demasiada sangre. ¡Rápido! ¡Preparen una transfusión!Las palabras de los médicos caían una a una en los oídos de Diego, haciéndole tambalear, ca
—¡Imposible!Diego empujó a Luciana sin importarle que cayera al suelo, tratando frenéticamente de ponerse de pie: —Necesito verla, necesito ver a Sofi...Pero por más que lo intentaba, solo conseguía caerse una y otra vez, mientras la sangre brotaba de las heridas en sus rodillas, tiñendo el suelo de rojo.Luciana lo ayudó a volver a la cama, con lágrimas en los ojos y voz entrecortada: —Diego, no te hagas esto. Verte sufrir así me parte el corazón.—Al menos, al menos Sofía sigue viva. Si encontramos la manera, seguramente despertará.—Cálmate primero, ¿de acuerdo?Al oír esto, la agitación de Diego comenzó a disminuir gradualmente. Inmediatamente llamó a sus guardaespaldas:—Quiero volver a la casa de los Martínez, ¡rápido!—Dicen que para despertar a alguien en estado vegetativo se necesitan estímulos emocionales. Si encuentro cosas que Sofi dejó, seguramente podremos hacerla despertar.Con la ayuda de los guardaespaldas, Diego regresó a la mansión de los Martínez.Apenas entró, no
Era el atardecer cuando Diego llegó al hospital.—Diego, qué bueno que llegaste, vamos a cenar juntos.Luciana, al ver sus mejillas algo hundidas, sintió compasión pero también una inevitable llama de celos.¿Por qué Diego seguía tan preocupado por Sofía cuando ella ya era prácticamente una inválida?Pero no lo demostró.Ahora que Diego estaba deprimido, aprovecharía esta oportunidad para destacarse y hacer que Sofía desapareciera definitivamente de su vida.Con delicadeza, empujó a Diego hacia la mesa y colocó la comida frente a él:—Diego, los guardaespaldas me dijeron que no has comido en todo el día, ¿cómo puede ser eso?—Entiendo que estés preocupado por Sofía, pero no puedes descuidarte. Si Sofía te viera así, ¿no crees que se sentiría mal?—Toma, este caldo de pollo lo estuve preparando toda la tarde, pruébalo a ver qué te parece.Ante las atenciones de Luciana, Diego finalmente se relajó un poco.Tomó el tazón y le dirigió una sonrisa amable: —Está delicioso, Luci, cocinas muy