Capítulo 111

Zaideth: los últimos años de mi juventud

Recuerdo esta etapa de mi vida con tres sensaciones: caricias, lectura y muchas preguntas.

—¿Por qué Carl se fue? —le pregunté a Mateo cuando anocheció.

—Dijo que necesitaba hacer unas cosas del trabajo —respondió mientras se acostaba en la cama.

Me acosté a su lado y me acurruqué en su pecho. Él me besó la frente y yo le di un beso en la punta de su nariz.

Esa otra mañana, al despertarme, Mateo ya se había levantado. Al bajar al primer piso, lo encontré cocinando, hacía huevos revueltos y el olor a café se colaba en mis fosas nasales.

Cuando logró verme, me sonrió y se acercó para besarme la frente (empezaba a ver que le gustaba hacer eso).

—Buenos días, corazón —me susurró.

—Buenos días —rodeé su cintura con mis brazos.

Habría estado todo el día así, abrazándolo. Sintiendo su cálido aroma y calor cerca de mí, escuchando el palpitar de su corazón. Pero los suaves pasos de alguien acercándose a nosotros me hizo despertar de mi ensoñación: era C
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