No solo Juliana, sino también los demás en la mesa se pusieron hoscos.
Sobre todo, Senona, que estaba sentada al lado de la chica, su rostro se volvió muy pálido.
Senona sintió miedo con solo el nombre de Santiago, lo que demostraba que esta mujer había sufrido mucho.
—¿Dijo para qué vino? —preguntó