—Ven conmigo, y les dejaré irse.
Dijo Santiago cerca de su oído, con engañosa intimidad.
—Esta vez no voy a asustarte ni a mentirte.
Juliana no se movió y dejó que Santiago tiraba de su muñeca.
De hecho, aunque se negara, no había forma de evitarlo.
¿Po qué no apostó a creer en él otra vez?
No se sa