Capítulo # 5

Capítulo # 5

En la casa Greco.

—Ya terminamos —anunció Ysabelle alegremente. 

—Sí —comentó él, sentándose en la silla.

—Solo tenemos que esperar a mi padre.

En eso sonó el timbre.

—Christopher, ¿estás listo? —le preguntó mirándolo. 

—Sí —confesó un poco nervioso.

Ysabelle fue a abrir la puerta, al hacerlo pudo ver la sonrisa de su padre.

—Hola, ¡papá!

—Hola, hermosa —dijo él, dándole un gran abrazo.

Ysabelle estaba sonriendo.

—Estás guapísimo —comentó ella mirando que traía un esmoquin.

Derek sonrió.

—¿Y mi yerno?

—Hola —dijo Christopher acercándose.

—Papá. Él es mi novio Christopher.

Derek extendiéndole la mano.

—Un gusto conocerte, Christopher.

Christopher le correspondió el saludo.

—El gusto es mío.

—Pasemos a la mesa —dijo ella nerviosa. 

Christopher agarró a Ysabelle por la cintura.

—Sí, vamos, suegro.

—Sí, vamos a comer algo —dijo Derek sonriendo. 

—De seguro te va a encantar —comentó su hija con una leve sonrisa. 

—Eso tengo que verlo —dijo sonriéndole.

—Vamos —habló Christopher alegremente. 

Todos se sentaron en la silla. Christopher se sentó al lado de Ysabelle.

Derek agarró un poco de pasta.

—Vamos a probarlo.

—Está bien —dijo Ysabelle mirándolos. 

Derek comió un poco.

Christopher estaba mirándolo.

—¿Cómo está? —le preguntó curioso.

—Delicioso —dijo Derek, encantado.

Ysabelle sonrió.

—Lo sabía.

Christopher comenzó a comer.

—Sí, es verdad. Está delicioso.

Derek estaba serio.

—Me parece que es la primera vez que pruebas la comida de mi hija.

Christopher estaba nervioso.

—La verdad, sí. Es que Ysabelle y yo, como trabajamos juntos, siempre tenemos que comer cerca del trabajo —explicó rogando que le creyera.

—Sí, papá, muy pocas veces ha probado de mi comida —lo defendió Ysabelle.

—Los entiendo, ¿y para cuándo la boda?

Ysabelle estaba tosiendo.

—¡Papá!

—¿Qué? —le preguntó el extrañado.

—Pues… —dijo Christopher agarrándole la mano a Ysabelle—. Todavía no lo hemos pensado. Nuestro trabajo nos tiene absorbidos.

Derek estaba sonriendo.

—Esperaré, pero al menos comiencen a practicar para que me den un nieto rápido.

Christopher estaba sonrojado.

—Por favor.

Derek soltando una carcajada.

—No sean penosos.

—Papá, de eso no se habla —dijo Ysabelle avergonzada.

—Quiero un nieto.

—Suegro, todavía está joven —comentó Christopher para darle ánimos. 

—Lo sé Christopher, pero quiero ser abuelo —insistió él.

—Espérate unos cinco años —comentó Ysabelle.

—Amor, no tanto —dijo Christopher asombrado, demasiado años para ser padres.

Ysabelle sonrió.

—Tres años.

—Está bien —le dijo Christopher alegre.

—Ustedes no me pueden hacer esto —comentó Derek mirándolos con seriedad. 

—Estás perdiendo —dijo Ysabelle divertida a su padre.

Derek solo los miraba con cierta seriedad.

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En la casa Monti.

—No me has respondido —dijo Lucia mirándolo. 

Arnaldo estaba nervioso.

—Vine para que hablemos del pagó.

Lucia sin entender.

—¿Del pagó?

—Uma me dijo que estos días te has quedado hasta tarde.

Lucia sonrió.

—Lo hago con gusto.

—Lucia, mi hermana me ha dicho que a veces te vas muy tarde ayudándola.

—Tranquilo. Nadie me obliga hacerlo —insistió ella risueña.

—Es mi deber recompensarte.

—Arnaldo, la verdad lo he pensado y pienso en irme del restaurante. Es que me voy a mudar de ciudad —le informó.

Arnaldo estaba sorprendido.

—¡Qué!

Lucia sentándose en el sofá.

—Me he ganado una beca de chef. Me han dado dos oportunidades, estudiar aquí en Italia o irme para Alemania por cinco años.

Arnaldo estaba dolido.

—¿Y te vas?

—No quiero irme, aquí estoy sufriendo más de la cuenta y quiero cambiar de ambiente.

Arnaldo estaba serio.

—¿Y las chicas lo saben? —le preguntó.

—No, solo tú —respondió Lucia mirándolo con una leve sonrisa.

—¿Y cuándo sé lo dirás? —preguntó él abatido.

—No lo sé, todo depende de mi decisión.

—Creo que me voy —anunció Arnaldo molesto.

Lucia estaba triste.

—Está bien.

—Nos vemos mañana —dijo él sin mirarla.

—Sí.

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En la casa Greco.

Derek comiendo un poco de pastel.

—Me encanta.

—Christopher trajo el pastel —comentó su hija.

—Yerno, parece que nos vamos a llevar muy bien, ¿hija que pasó con Gian? —le preguntó por curiosidad.

Ysabelle estaba seria.

—Nada, solo somos amigos nada más.

—Me alegro, ese chico no me caía nada bien —dijo Derek con firmeza.

Ysabelle estaba sonrió.

—Gracias a Dios, que tengo a Christopher.

Christopher sonrió.

—Sí, mi amor.

—Le hable a tú madre de Christopher —comentó Derek.

—Pero, papá —dijo Ysabelle sorprendida.

—¿Y qué dijo mi suegra? —preguntó él, quería saber que pensaba la madre de Ysabelle.

—Quiere conocerte —le comentó.

—Ojalá que no se le ocurra venir —dijo Ysabelle con seriedad. 

—Hija. Yo voy a estar unos días por aquí, quiero llevarlos a una hacienda que compré lejos de la ciudad —dijo él sonriéndoles. 

—Papá, no sé sí podamos ir por el trabajo —comentó ella recordándole que trabajaba.

—Puede ser este fin, ya que estamos libres por cuatro días —le recordó Christopher.

—Qué maravilla, Christopher, háblame de tu familia —habló su suegro.

—Tengo dos hermanos mayores, el mayor es Tiziano, tiene veintiséis años, el otro es Stefano, que tiene veinticinco, y yo, que soy el pequeño, tengo veinticuatro años —contestó él.

—¿Y tus padres? —le preguntó.

—Murieron en un accidente hace diez años, quedamos al cuido de una tía que nos crio hasta que todos cumplimos la mayoría de edad, pero desde pequeños nos gustaba trabajar. Éramos de gran ayuda para nuestra tía —le comentó él.

Ysabelle estaba asombrada y disimulo para que su padre no se diera de cuenta.

—Me imagino, ¿que sería difícil para ustedes? —le preguntó apenado.

—Sí, luego uno se acostumbra —aclaró Christopher con voz serena.

—Así es —afirmó Ysabelle con una leve sonrisa. 

—¿Y desde cuándo son novios? —preguntó Derek cambiando el tema. No quería hablar de cosas tristes. 

—Hace seis meses —contestó ella. 

—Hace tres meses nos comprometimos —habló Christopher. 

—Muy bien —dijo feliz Derek.

—Papá, ¿y Gabriella? —le preguntó por su actual mujer, a pesar de todo, no se llevaban mal.

—Está en la casa con el niño —contestó él. 

—¿Debe de estar grande? —le preguntó su hija

—Sí, Samuele está enorme. Tiene nueve años —contestó el orgulloso.

—Qué bien —dijo Ysabelle con suavidad.

—¿Quiere más té? —le ofreció Christopher. 

—Sí, por favor —dijo Derek mirando a su hija. 

Christopher se fue para la cocina y Derek aprovechó para hablar.

—Me agrada, Christopher —le dijo él sonriendo. 

Ysabelle estaba sonriendo.

—Me alegro de que estés feliz, papá.

—¿Cuándo vienes a conocer a Samuele? —le preguntó. Desde que nació su hijo, Ysabelle no lo había conocido

—No lo sé —dijo Ysabelle dudosa de verlo, era recordar el dolor.

—Nunca lo has querido conocer —recordó él con dolor. 

—Sabes que no es fácil, saber que tengo un hermanito —dijo ella cruzando los brazos. 

—Pensé que lo habías superado —dijo Derek, desesperado.

—La verdad no, gracias a él mi familia se separó —dijo ella con dolor.

—Ya no amaba a Ysabell —le recordó alterado.

—No me hagas hablar de más —pidió Ysabelle molestándose.

—Hija, entiéndeme —habló él tranquilizándose un poco.

—Nunca te entenderé —dijo ella con decisión. No odiaba a su hermano, pero al verlo regresarían los recuerdos de todo lo que vivió y no quería recordarlo. 

Christopher apareció.

—Tomé.

Derek lo agarró.

—Gracias.

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En la casa Lombardo Rizzo.

—¿Ya se durmió Fania? —preguntó Stefania.

—Quedó profundamente dormida —respondió él.  

—Estoy cansada.

—Mañana será un día largo.

—Sí, mañana llevaré a Fania para el kínder y después hablar con Lucia de unas cositas —comentó ella.

—Y sí vamos a dormir —dijo Dante bostezando. 

—Sí, vamos.

La pareja estaba agotada y preferían dormir.

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En la casa Milano Salvatore.

—Estoy preocupada por Lucia —comentó Roberta a su esposo.

Niccolo dejando de leer un libro para mirarla.

—¿Por qué?

Roberta sentándose en la cama.

—Lucia está más rara de lo normal, hasta la veo más delgada.

—¿Será que está enferma? —le preguntó Niccolo preocupándose.

—No lo sé, estoy preocupada por Lucia. Ella es muy alegre y divertida, pero últimamente está muy deprimida —Roberta angustiada.

—Es verdad, porque no la llevamos este fin de semana para nuestra hacienda —le propuso él sonriendo. 

—Sí —Roberta sonrió—. Por eso te amo —dijo dándole un beso en los labios. Su esposo físicamente parecía un modelo, blanco, cabello castaño y ojos verdes. Era todo un adonis.

Niccolo sonrió.

—Yo también te amo.

—Voy a darme un baño —dijo ella contenta. 

—Ve tranquila, mientras sigo leyendo esta novela —comentó Niccolo sonriendo.

Ella lo miró feliz y se dirigió al baño para darse una ducha y relajarse un poco. 

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En la casa Basile Catalano.

Raffaello mirando que Alessia estaba muy pensativa.

—Amor, ¿te sientes mal? —le preguntó preocupado.

Alessia sonrió.

—No, estoy bien. Es que estoy preocupada por Lucia.

—Lucia —la miró extrañado.

—Últimamente la he visto muy triste, pienso que está más delgada de lo normal —le comentó con preocupación que algo malo estaba pasándole a su amiga y ella sin poder ayudarla.

—Que extraño, debe de tener algo Lucia. Ella no es así —dijo Raffaello un poco extrañado.

—Sí, por eso estoy preocupada ella. Es muy alegre y divertida está más seria de lo normal —comentó Alessia con tristeza.

—Puede ser que tenga problemas.

—Eso pienso.

—Porque no hacen una reunión con ella —dijo él animándola.

—Eso haremos, gracias por siempre escucharme amor —expresó ella agradecida.

—Para eso estoy para ayudarte en todo lo que pueda —indicó Raffaello sonriendo.

Alessia lo abrazo.

—Te amo tanto.

Raffaello abrazándola con fuerza.

—Yo también te amo.

Alessia se sentía muy amaba y protegida por él, esperaba que sus amigas Ysabelle y Lucia también fueran felices como lo era ella.

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