— ¡Oh Dios, más por favor! – gritó la chica mientras el hombre le daba placer desde abajo manteniéndola a horcajadas sobre él.
Su cuerpo estaba bañado en sudor y la respiración le fallaba por momentos, los fuertes gritos de María llenaban la habitación y cuando la fuerza del clímax la envolvió como un ramalazo de electricidad cayó en el pecho de Alejandro exhausta por la tarde de sexo duro y delicioso que tuvieron.
— ¿Estas bien? –preguntó al temer que hubiese sido muy rústico al apresar su cadera.
— ¡Fenomenal! – bajó de su pelvis y se recostó a su lado.
El Toro de Madrid sacó su cuerpo de la cama y se dirigió al baño para deshacerse del preservativo y enjuagar su rostro con el agua del lavabo, se encontrab