Al día siguiente, me encontré en la estación de policía, caminando al lado de David y de los agentes que nos acompañaban. El ambiente estaba cargado de tensión, y podía sentir la adrenalina recorriendo mi cuerpo. Sabía que lo que estaba a punto de suceder podía cambiarlo todo.
Llegamos a una sala de observación, una pequeña habitación con luces bajas y un gran espejo en una de las paredes. Sabía lo que eso significaba: del otro lado, se encontraba la sala de interrogatorios, y a través del espejo unidireccional, podríamos ver lo que ocurría sin ser vistos.
David me tomó de la mano, ofreciéndome un gesto de apoyo. Él sabía lo nerviosa que estaba, y aunque no lo dijera, también compartía mis preocupaciones.
- No te preocupes, amor -me susurró. Estamos aquí para descubrir la verdad.
Asentí, tratando de encontrar fuerzas en sus palabras.
En la sala de interrogatorios, el ambiente era completamente diferente. La persona, con la mirada temblorosa y sudor en la frente, estaba sentado frente