Sabrina dejó de forcejear de repente, mirándolo, —Francisco, ¿por qué empezaste a engañarte a ti mismo? Despierta. ¿O sea, de verdad me quieres tanto? Umm...
Francisco la empujó a Sabrina contra la pared y la besó con fuerza.
Francisco le cogió la barbilla y la besó con rudeza, evitando que dijera las palabras que lo enfadaban.
Sabrina resistía, y sus labios resultaron lastimados.
Como si estuviera castigándola, no le dio ninguna oportunidad de liberarse.
—¡Umm...!
Sabrina fulminó a Francisco, furiosa y ansiosa.
«No puedo aguantar más.»
Francisco le tocó la cintura, y Sabrina casi se estaba quedando flácida.
Francisco estaba agarrado a Sabrina, —Tu cuerpo es más honesto. Sabrina, te portas tan mal.
Sabrina se obligó a golpear el pecho de Francisco.
Francisco no esperaba que le atacó de repente, retrocediendo unos pasos.
Sabrina se apresuró a envolver la toalla de baño y se quejó: —¡Francisco, si te atreves a tocarme de nuevo, te romperé la mano!
Francisco se puso hosco, —¿Entonces quié