Leo temblaba cuando se marchó dejando a la chica que lloraba en la soledad de la pequeña habitación de la casa rodante.
Salió al solar y pateaba cuanta piedra se atravesaba en su camino sin importarle maltratarse el pie. Tenía que sacar toda la ira que sentía en esos momentos. Un momento de debilidad y todo se había ido a la mierda.
— ¡Maldita sea! — gruño muy encolerizado.
Leo estaba furioso consigo mismo y al mismo tiempo con Susana. Con él porque no tuvo la fortaleza para sucumbir a las caricias de la joven. Y con ella, porque era una joven inexperta y vulnerable a cualquier hombre. Con un simple beso ella sucumbió al placer que él le provocó y se dejó hacer lo que él quería. Gracias a la idea que la joven tenía fija logró escapar de su propia trampa.
Unas imágenes llegaron a Leo que lo descontrolo un poco m&aa