Aurora observaba silenciosamente a esa pareja abrazada en la oscuridad de la noche, con una leve sonrisa en sus labios.
Todavía sostenía un teléfono móvil, transmitiendo en vivo la escena a Claudio, desde el otro lado de la línea se escuchaba la voz emocionada de su hermano Solaris: —Acércate más, no puedo ver bien.
Lunia empujó su cabeza a un lado, —Habla más bajo, no molestes a papá y mamá, aparta tu gran cabeza, que no puedo ver.
—¡¿Quién tiene la cabeza grande?! Hermano mayor, ven y juzga, somos gemelos, si alguno tiene la cabeza grande es porque los dos la tenemos.
Los dos niños traviesos comenzaron a pelear al verse. Eran muy diferentes a Claudio y Aurora.
Aunque Aurora no pudiera hablar, frente a ella habían estado los padres abrazados, y a su lado el alboroto de sus hermanos, y ella se había sentido feliz.
Así era como debería ser una familia.
Mamá había dicho que cuando volvieran a su país, se volverían a casar con papá, entonces serían una verdadera familia.
Ese día llegaría