Diego, cuanto más deseaba que el tiempo no pasara rápido, más rápido parecía pasar.
En la tarde del sexto día, Diego abrazó a Clara sin poder conciliar el sueño.
Clara sabía lo que estaba pensando, pero no dijo una palabra.
La vida era un constante reencuentro, separación, caída y levantarse una y otra vez, un proceso de crecimiento continuo.
Nadie permanecería en un mismo lugar para siempre.
Al amanecer, después de preparar el desayuno para Diego, Lucas y Fernando, quienes no habían sido vistos en varios días, aparecieron silenciosamente en la puerta.
Ambos habían adelgazado y tenían ojeras, se notaba que habían estado ocupados estos días.
—Señora.
Clara curiosa preguntó: —¿No se suponía que se irían mañana?
—El jefe nos llamó para venir. Su lesión se ha recuperado bastante bien y quiere salir del hospital antes de lo previsto. Ya hemos completado los trámites de su salida.
Clara miró a Diego, vestido de traje, igual que antes, sin mostrar ni un rastro de heridas.
Las heridas más supe