Diego llegó a la isla con su grupo, su mirada teñida de un rojo furioso. —¡Encuentren a Clari y detenganla de hacer el trasplante de riñón!
La isla no era muy grande, y su grupo estaba lleno de gente experimentada en batallas, lo que les permitió irrumpir rápidamente en el quirófano.
La puerta fue abierta de golpe y Clara ya tenía una herida en la cintura, aunque afortunadamente no era muy profunda.
Al ver el rojo intenso en su cuerpo, Diego explotó de ira: —¡Estás loca!
Fernando y su equipo entraron en fila, y él advirtió: —¡Dejen los cuchillos!
Clara, con ojos llenos de furia, miró a Diego y le espetó: —¿Qué estás haciendo aquí?
Diego, mientras le aplicaba presión para detener la hemorragia, respondió: —¡Vine para evitar que hagas una locura!
Pronto, la herida en la cintura de Clara se controló y Diego, sin decir una palabra, la tomó en brazos y la subió a un helicóptero de manera casi violenta, como si la estuviera secuestrando.
Clara estaba furiosa: —¡Maldito, suéltame!
Con solo un