Clara observó cómo sus seres queridos se alejaban uno por uno, y realmente tenía miedo.
Quirino era su última esperanza de seguir con vida, y estaba decidida a no dejarlo ir a ningún costo.
Tenía la intención de cuidar a Quirino a lavarse personalmente, pero su mano derecha herida no le permitía siquiera retorcer una toalla.
Carlos vio la tristeza en su rostro y tomó la toalla para secarla, entregándosela con delicadeza. Luego, la tranquilizó pacientemente: —Hermana Clara, no te preocupes. Diego disparó evitando las partes vitales, tal vez en el futuro tu mano pueda recuperarse. Necesitas descansar y recuperarte lentamente.
Clara resopló y dijo: —¿Así que debo agradecerle por no dañar las partes vitales?
Miró su muñeca inmóvil y añadió fríamente: —Mi mayor arrepentimiento es no haber matado a Violeta a tiempo.
Recuerdos de la inexpresiva cara de Violeta, que soportaba el dolor sin emitir un sonido, se repetían en su mente. Era evidente que tenía mente retorcida.
Carlos la interrumpió y