Yolanda lanzó dos patadas sin aliviar su frustración, maldiciendo en el oído de Camila, desahogando su descontento hacia Clara a través de Camila.
Poco a poco, el rostro de Camila se volvía más pálido y su frente se cubría de gotas de sudor. Ya no tenía fuerzas para defenderse y su cabeza se inclinaba lentamente.
Yolanda le dio un puntapié con la punta del pie y exclamó: —Eh, ¡no finjas estar muerta!...
En ese momento, la puerta se abrió, y Manuel, que se había cambiado de ropa rápidamente después de lavarse, llegó corriendo a toda prisa y presenció la escena.
—¿Qué estás haciendo? —Rugió Manuel con voz de león enfurecido.
Yolanda se quedó paralizada en el acto y rápidamente trató de hablar: —Papá, ella se tiró a propósito, tratando de que sintieras lástima por ella. No te dejes engañar, ella es solo una...
Antes de que terminara de hablar, Manuel ya estaba ayudando a Camila a levantarse. Cuando Camila alzó la cabeza, un gran chorro de sangre brotó de su nariz.
En un abrir y cerrar de