Clara se despertó lentamente de su desmayo con un dolor de cabeza pulsante. En el ascensor, alguien le tapaba la boca y la nariz con un pañuelo impregnado de anestésico.
Aún bajo los efectos de la droga, se sentía completamente débil y su cuerpo dolorido.
Sus ojos estaban cubiertos por un grueso pañuelo negro, lo que le impedía ver cualquier luz.
Sus muñecas y tobillos estaban fuertemente atados, dejándola inmóvil como un tronco en su lugar.
Su cuerpo estaba confinado en un espacio estrecho, y el hedor a putrefacción le llegaba a la nariz.
Intentó mover su cuerpo ligeramente y se dio cuenta de que estaba apretada sin apenas espacio para moverse.
Pronto se dio cuenta de su ubicación actual: estaba en la cajuela de un automóvil.
De repente, le vino a la mente la imagen de la muerte de Rosalía.
Estrangulada y arrojada al mar, su cuerpo deformado fue recuperado más tarde.
¿Era su turno ahora?
Parecía que su incorporación en la Corporación López había enfurecido al cerebro detrás de escena,