Ezequiel recobró la conciencia y no soltó su agarre. Sus ojos reflejaban un frío destello y su voz era profunda: —¿Qué estás intentando hacer?
Clara levantó la aguja de plata con una expresión de inocencia y dijo: —La aguja se cayó cerca de ti, la recogí.
Entonces Ezequiel soltó su agarre y dijo: —Lo siento, fue un reflejo condicionado. ¿Estás bien?
Al ver la clara marca roja en el cuello de Clara, que de ninguna manera parecía estar bien, se culpó aún más y dijo: —No tenía la intención de lastimarte de verdad.
—Lo entiendo. A partir de ahora seré más cuidadosa. Descansa, no te molestaré más.
Clara guardó la aguja de plata en su estuche de acupuntura y regresó a su habitación.
En el momento en que cerró la puerta, comenzó a sudar profusamente. Estuvo realmente asustada hace un momento, estuvo a punto de morir en manos de ese hombre.
Ezequiel era muy cauteloso en cuanto a su anillo, pero ella también tenía un plan. A partir de mañana, ella sería quien preparara las medicinas para Ezequi