32. No te vayas nunca

Todavía no tengo muy claro cómo es que he llegado al hotel con mi vestido puesto. Las tres calles que separaban al restaurante del hotel han sido testigos de besos apasionados y de caricias no aptas para ser dadas en las calles de Capri. Agradezco al cielo que aquí no hayan paparazis y que no sepan quien es el hombre que me tocaba de la manera que lo hacia…. Abrimos la puerta de la habitación ayudándonos uno al otro y su boca vuelve al ataque. El esfuerzo que estoy haciendo por no desvestirlo ahora mismo es muy fuerte... —Espera— Le digo colocando mi mano sobre su pecho.

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