Capítulo 4

Jazmín Zabaleta Villa

Sentía que todo me temblaba al acomodar el café del profesor debidamente en la mesa, él me miraba como nunca lo vi, mirarme en clases y eso me produjo una sensación extraña en el estómago, sentía volar dentro de mí millones de mariposas que amenazaban con salirse por doquier, mi mano debió temblar porque sentí la suya, sujetar la mía y desatando en mí, un estremecimiento involuntario.

–Gracias, Jazmín. Eres muy amable, pero no tienes por qué ponerte nerviosa conmigo – Me descifró enseguida – Soy solo otro cliente más del lugar y aquí no soy tu profesor.

Tenía razón el profesor, pero eso no quitaba que estuviera por demás nerviosa, pues lo tenía al frente mío, donde podía ser alcanzable.

–Sí, bueno – Respondí muy nerviosa – No sé, si le gustaría ver la carta de los postres.

–No soy mucho de postres, pero dime ¿Qué hay de postres? – Demonios, no me acuerdo, pensé – O podrías traerme, el pastel del día.

Se me había borrado todo de repente, estaba como si por primera vez estuviera atendiendo a mi primer cliente, estaba demasiado hipnotizada y no sabía ni que decir.

–Sí, es que tenemos tantos que de pronto, se me han ido todas las opciones de la cabeza – Me disculpé – Le traeré entonces el pastel del día, permiso.

–Es propio.

Caminé lo más rápido que pude, cruzando la cafetería para dejar la mesa de mi profesor y cuando llegué atrás del mostrador para preparar el pastel del día, noté a mi tía Sanjuana, sonriendo de oreja a oreja y yo que la conocía tan bien, sabía el motivo de su sonrisa. Ella sonreía porque, seguramente, se dio cuenta de mi interacción con mi profesor y como me conoce tan bien, debía saber ya, que él me gusta.

–Está muy guapo el muchacho – Dijo mi tía – Unos años mayor que tú, pero está como quiere, si yo fuera tú ya me había dado prisa para invitarlo a salir.

Mi tía estaba igual que Eva, yo por nada del mundo me atrevería a invitarlo mucho menos porque es mi profesor, eso estaba fuera de toda lógica.

–Tía Sanjuana – Le llamé la atención – Sí te oyen mis padres, capaz que te quitan tu sociedad de la cafetería, no puedo acosar a ningún cliente y además él nunca me haría caso, tengo una pésima suerte con los hombres.

–No digas eso Jazmín, eres una chica preciosa y me recuerdas mucho a tu mamá cuando tenía tu edad y cuando yo la conocí, eres su vivo retrato – Mi tía decía lo que todos, me parezco mucho a mi madre – Claro que ella, tenía un temperamento muy distinto al tuyo.

–Lo sigue teniendo tía, ¿Podrías ir a llevarle tú el pastel del día? – Pregunté – Por favor.

–Claro que no, es tu mesa y es tu cliente y además quiero ver la acción desde acá, ve Jazmín – Mi tía me guiñó un ojo y me lanzó al ruedo – Anda, niña que no se vaya a desesperar tu cliente.

–Voy tía, no seas desesperada.

Tomé la rebanada de pastel del día y se la fui a llevar a mi profesor, él al verme llegar a su mesa, volvió a mirarme de ese modo que me puso nerviosa y que me hizo sentir escalofríos, me gustaba demasiado que no sabía cómo disimularlo y por primera vez, al verlo mirarme de pies a cabeza, pasó por mi mente lo que dijo Eva, que a él yo le gustaba también. Sonreí tontamente de pensar en eso y entonces, él me habló.

–Jazmín, ya puedes dejar ahí el pastel – Me dijo con su hermosa voz – Por favor, ya te he dejado el espacio.

No me había percatado porque me encontraba en las nubes, pues el profesor ya le había hecho un espacio para que le colocara el plato con la rebanada del pastel.

–Sí, profesor.

–Aquí no soy tu profesor, Jazmín, dime Rodrigo, por favor.

–Bien Rodrigo, que disfrutes de tu café y de tu pastel – Dije muy nerviosa – Yo me retiro y si necesitas algo, en un rato regreso para saber si se te ofrece algo más.

–Sí, se me ofrece algo – Me dijo enseguida – Espero no sonar atrevido, pero quisiera saber si tú, quieres hacer algo conmigo.

Esto no podía ser, me decía internamente una y otra vez, ese bombón de hombre me estaba diciendo algo que yo nunca esperé que me dijera y yo me encontraba inmersa en un silencio estúpido, del cual no sabía cómo salir. Qué ironías tiene la vida, yo estudio letras y literatura y me faltan las palabras, para responder a una simple invitación. Jazmín, reacciona por favor, me decía a mí misma.

– ¿Algo cómo qué? – Pregunté con un poco de miedo – De la Universidad, supongo.

No veía otra razón de hacer algo conmigo, que no fuera de la universidad, si quería que lo ayudara en cualquier proyecto, eso me ayudaría mucho en mi curriculum.

–Pensaba en otra cosa, solo que para que lo puedas averiguar y para que no tengas problemas en tu trabajo, tendrás que mandarme un W******p – Me dio su tarjeta – Ahí está mi número y por ahí, me puedes buscar y nos ponemos de acuerdo.

–De acuerdo, permiso.

Recibí la tarjeta y la metí en uno de los compartimentos de mi uniforme y me alejé de su mesa, tratando de asimilar lo que había pasado y sin poder creerlo todavía, cuando pidió la cuenta se la fui a llevar y él pagó el importe, dejándome una excelente propina, además de esa hermosa sonrisa que me tenía conquistada y cautivada, desde la primera vez que lo vi sonreírme en clases.

–Jazmín, tienes que dominarte – Dijo mi tía Sanjuana riéndose como loca – Se te nota a kilómetros que el hombre te tiene a sus pies.

–Gracias por decirme tía, estoy en verdad muy nerviosa. Menos mal que ya se fue, porque si no hasta me habría desmayado ahí.

–Ya llegó tu tía Dora, ¿La atiendes o la atiendo? – Preguntó mi tía Sanjuana – Yo creo que la atiendes, sirve que platicas con ella de lo que te pasa. Ella es la experta en el amor.

–Es verdad, voy a llevarle un café a mi tía Dora y le cuento lo que ha pasado – Dije relajada – Tía Sanjuana, prepáralo tú por favor y yo lo llevo. Sabes que aún no aprendo bien cómo manejar la máquina del café.

–Qué graciosa me has salido, Jazmín – Ella se reía – Está bien, lo hago y se lo llevas.

–Gracias.

Mi tía Sanjuana preparó el café para mi tía Dora y una vez que lo tuve en mis manos, fui a su mesa a llevárselo y de paso a platicar con ella. Ella siempre ha sido mi confidente y tengo más confianza en ella que en mis padres, para contarles este tipo de cosas. Ella apenas me vio llevar su café, se puso de pie y nos saludamos con un abrazo.

–Tía Dora, que bueno que has venido – Dije al saludarla – Llegas en un muy buen momento, tengo algo que contarte.

Ella sabría darme un buen consejo, porque lo iba a necesitar ahora que me pusiera en contacto con Rodrigo, perdón con mi profesor.

–Hola hermosa sobrina, bueno soy toda oídos cuéntame – Mi tía y yo, nos sentamos en su mesa – Aprovechando que no tienen tanta gente en el café.

–Es que no sabes lo que ha pasado – Dije sin contener los nervios y la emoción – Ha venido por aquí, mi amor platónico y me ha dicho que si quiero hacer algo con él, me ha dado su tarjeta y no sé qué hacer.

– ¿Algo cómo qué? – Mi tía preguntó bajándose los lentes para mirarme directamente a los ojos – Supongo que una cita, eso es muy bueno, hija. Supongo que ya lo has llamado o mínimo le has enviado un mensaje.

–No he hecho ninguna de las dos, tía. Soy una tonta y una miedosa, me da miedo llamarlo o enviarle un mensaje.

–Te daré un consejo, tú siempre dices que ningún chico se interesa por ti y ahora el que está interesado es tu amor platónico, tal vez si te animas deje de ser un amor platónico y se pueda convertir en un amor real, anda mándale un mensaje yo estoy aquí contigo – Mi tía me dio su mano para apoyarme – La vida, es para vivirse hija.

Era siempre o que ella me decía, que las oportunidades se debían tomar cuando se presentaran y esta era una de ellas, Rodrigo quería hacer algo conmigo y yo quería averiguar de qué se trataba.

–Está bien.

Saqué mi celular y me atreví a mandarle un mensaje a Rodrigo, al número de su tarjeta, teniendo mucho miedo y muchas dudas. Temiendo que él no fuera a responderme y que solo hiciera aquello para reírse de mí, envié un simple hola y a los pocos segundos, recibí uno de vuelta, ese fue el momento en que supe, que no le era indiferente.

Era como si estuviera esperando a que yo me decidiera a mandarle ese mensaje que automáticamente había contestado.

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