El rostro de Felipe se oscureció, y justo cuando estaba a punto de estallar, algo se le ocurrió y contuvo su ira para preguntar:
—¿No te gusta él solo porque te parece viejo?
Aprovechando que dicen que la verdad sale a flote con el alcohol, decidió preguntarle por qué, con una historia amorosa tan variada, no lo consideraba a él.
Clara asintió, luego negó con la cabeza, y continuó en este ciclo sin fin.
Felipe, con voz fría, exigió:
—¡Habla!
Clara puchereó:
—Sí y no. Un poco sí lo rechazo por viejo, pero eso no es lo importante.
Felipe frunció el ceño:
—¿Entonces, cuál es el punto importante?
—El punto es que no me gusta él, eso es todo.
Felipe, frustrado por la respuesta evasiva, insistió:
—¿Qué es lo que no te gusta de él?
—¡Todo! Ese viejo rígido es inútil. Te digo, aparte de ser un poco guapo, no tiene ninguna otra cualidad. Viejo y gruñón, y sin estilo. Aunque me pagaran, ¡no lo aceptaría!
Felipe se quedó sin palabras. Clara continuó:
—Además, le gusta una mujer