Clara intentó defenderse:
—No lo estaba siguiendo, yo...
—¡Ya ha ocurrido un asesinato y todavía te atreves a mentir! —Felipe se exasperó.
Clara, frunciendo el ceño y parpadeando, lo miró:
—De verdad no lo maté, ni siquiera lo conocía.
Felipe, casi desesperado, decidió no andarse con rodeos y preguntó directamente:
—¿Qué pasa exactamente entre tú y Johan? ¿Por qué mentiste en el gimnasio de boxeo diciendo que te dolía el estómago y perdiste la pelea a propósito? ¿Por qué lo seguiste todo el tiempo? ¿Y por qué reservaste una habitación justo al lado de la suya? ¿Qué estás tratando de hacer?
Clara, impactada, exclamó:
—¿Cómo... cómo sabes todo eso?
Felipe, con el rostro serio, insistió:
—¡Primero responde a mis preguntas!
Clara, sorprendida, preguntó a su vez:
—Tú... dime primero, ¿cómo sabías que iba a boxear?
Felipe, irritado, replicó:
—¿Acaso soy ciego para no reconocer tus movimientos?
Clara reflexionó. Ella había enseñado una lección a algunos matones y también h