Tomás no sabía qué estaba planeando Felipe, pero al ver que ya había pasado un tiempo desde que salió del trabajo y aún no iba a comer, no pudo evitar preguntar:
—Señor, ¿no tiene hambre?
Felipe frunció el ceño sin decir una palabra. Tomás preguntó de nuevo:
—¿Quieres que te traiga la comida aquí?
Felipe volvió a fruncir el ceño y, sin poder contenerse, preguntó:
—¿Y Clara?
Tomás se quedó atónito por un momento y dijo:
—Yo, yo no lo sé.
Felipe no estaba contento:
—¡Haz que venga aquí!
Tomás se resignó. Salió corriendo y, rápidamente, volvió con la noticia:
—Señor, la señorita Rodríguez no está en la empresa.
—¿No está en la empresa? ¿A dónde fue?
—Según la recepción, alguien la buscaba y salió.
—¿Quién la buscaba?
—No lo sé.
—¡Si no sabes, ¿no puedes averiguar?! ¡Rápido, ve a averiguarlo!
Felipe gritó.
—Sí, sí.
Tomás asintió con la cabeza rápidamente y llamó a alguien para que averiguara la ubicación de Clara.
Pronto obtuvo la información: Clara estaba cenando en Se