Felipe rápidamente se detuvo, cerró los ojos y se calmó.
Pasó un tiempo antes de que se recuperara y frunciera el ceño.
No había necesidad de pensar demasiado, estaba seguro de que era el resultado de su insomnio durante la noche.
Con una expresión seria, Felipe bajó las escaleras y llamó a Tomás al salón, preguntándole:
— ¿El médico que vende las bolsitas aromáticas se ha comunicado contigo recientemente?
Tomás se puso nervioso al escuchar eso y negó con la cabeza:
— No, ¿por qué, señor? ¿Está experimentando algún síntoma? ¿Debería llamarla y preguntarle cuándo podrá venir? ¿Tal vez preguntarle si puede tomar algo para tranquilizarse?
La falta de sueño es un gran problema, muy grave, y Tomás estaba preocupado.
Felipe reflexionó:
— No, mejor yo la llamaré.
Sacó su teléfono, encontró el número de Ania y lo marcó, con la etiqueta "Doctor Jiménez".
Ania aún estaba dormida, y su teléfono sonó solo una vez, pero se despertó de inmediato, muy alerta.
Cuando vio que era una lla