Capítulo 52

—Si quedas embarazada, yo debo ser la madrina —acotó Emely.

Diana soltó una pequeña carcajada y de un sacudón de cabeza aceptó la demanda.

Aunque se habían dicho hace mucho tiempo que no se ilusionarían con la idea de que Diana quedara embarazada, esa tarde, entre panes rellenos de caramelo y refrescos, pensaron en nombres de niños y en cómo se debería decorar el cuarto del bebé. También se imaginaron al niño (o niña) correr y jugar.

Se preguntaron si el bebé debía llamar a Emely tía.

—Estoy segura que lo haría —comentó Diana—. Los niños siempre llaman a las mejores amigas de sus madres, tía. Aparte de ser su madrina, serás su tía. —Diana sonrió con toda su cara, colmada de felicidad.  

Y así, terminaron en la conversación de si

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